Hace
más de cinco años hago el ejercicio de escuchar mujeres, mujeres que no conozco
personalmente, ellas llaman a la Línea Aborto Información Segura y mis compañeras
y yo las atendemos.
Hace
unos días, una amiga nos dijo que una de las cosas que resaltaba de la atención
de la línea, más que la información en sí misma, era toda la contención
emocional y afectiva que les damos las mujeres que nos llaman. Y cómo además,
esa atención siempre la haciámos desde la alegría y no desde “el drama”.
Pensé
en ese un rato en esa idea, en la alegría y en la escucha.
No
tengo formación en psicología ni mucho menos, pero aprendí que poder hablar de
un dolor te ayuda mucho a sanar y también aprendí que encontrar alguien a quien
contarle ese dolor no es fácil. Abrirse y compartir no es sencillo pero es
sanador, estoy convencida de eso y por esta razón dedico gran parte de mis días
a escuchar mujeres. Las escucho atendiendo la línea, las escucho en los
talleres, las escucho cuando alguna amiga les pasa mi número en un papelito y
les dice al oído “ella seguro te va a ayudar”.
….
Escuchar
se volvió parte de mi militancia. Aunque es duro saber tantas cosas dolorosas
no me ponen triste, me generan otras emociones, indignación, rabia, incluso
impotencia, pero nunca tristeza.
Nunca,
hasta hace unos días.
Hace
unos días me crucé con una vecina que fue víctima de violencia extrema, su ex
compañero intentó matarla a ella y a su pequeña hija. La roció de gasolina, las
encerró y le prendió fuego a la casa. Ella, por pura volundad de vivir, porque es
“una tipa arrecha”, se apagó el fuego del cuerpo ella misma y rompió la ventana
con el brazo para salir y salvar a su hija.
Me
la cruce muy tempranito, me sorprendió verla sentada allí, a las cinco y media
de la mañana, me acerqué a saludarla y a preguntarle cómo estaba, cuándo había
vuelto. Me respondió secamente que ya estaba bien y miró para otro lado. Yo,
como estaba apurada, le agarré la mano y le dije “me da mucha alegría verte….
Sube si me querés contar algo…. Yo… te puedo escuchar” y me fui corriendo.
Al
día siguiente, me tocaron la puerta, era ella con un vestidito rosado. La miré
y ví por primera vez su cuerpo zurcado de cicatrices…. Quemado, golpeado,
magullado, cortado.
Ella
se paró muy derechita me miró a los ojos y me dijo: “ya estoy lista para hablar
de lo que pasó y te lo quiero contar a ti”.
…
Y me
contó, me mostró sus cicatrices, se paró, representó situaciones. Me sorprendió
un poquito que no llorara. Se le aguaron los ojos un par de veces pero nada
más.
Yo
tampoco lloré, sonreí mientras me echaba ese cuento de horror, sonreí mientras
me mostraba sus cicatrices, sonreí mientras se le aguaban los ojos. Con mi
sonrisa, que no es una graaannn sonrisa, es una sonrisa apenas asomada, una
sonrisa del sur, otoñal digamos y pícara. La escuché durante horas, sin llorar,
porque mi mamá, que dedicó su vida a cuidar a otros y otras me enseñó eso como
una norma inquebrantable.
Cuando
terminó de contar, pensamos juntas que cosas podíamos hacer. Comimos caldo de
papa, tomamos jugo y se fue.
Cuando
se fue sentí algo, no identifiqué muy bien que era, no lo pensé y seguí con mis
cosas. Esa noche lloré durmiendo y tuve pesadillas.
Al
día siguiente volvió y me contó un poco más, no mucho, solo diez minutos
estuvo.
Cuando
se fue, volvió esa sensanción y sentí las lágrimas. Unos lagrimones inmesos que
me mojaron las mejillas completamente…..
Pero
¿qué pasa? No es raro que llore despues de escuchar, suelo hacerlo. Pero había
algo más, algo nuevo. “Se me rompió el corazón”, pensé. O se quebró, no sé,
pero sé que la tristeza se escapó de ahí y me inundó el cuerpo, una tristeza
profunda, infinita, pesada, que me brota del cuerpo como las lágrimas.
….
Escribir
es contar, contar es también soltar, o compatir la carga, para que sea un poco
menos pesada.
El
feminismo me ha brindado muchas herramientas para sanar mis heridas y para
acompañar a otras mujeres en su camino. Reflexionar desde las experiencias
personales para construir colectivamente. Juntar-nos para transformar, para
ayudarnos a salir de la violencia, para no seguir con un embarazo si no lo
deseamos, para aprender a criar a nuestros hijos e hijas de otra manera, para
amar y ser amadas por nuestros compañeros o compañeras desde la libertad y el
respeto, para valorar a las mujeres de nuestra vida….
Escuchar,
contar, amar, soltar y soñar, con la alegría como resguardo, con la sonrisa
como escudo, con la escucha como trinchera.